Me llamo Laura y llevo casada con Pedro once
años, yo tengo treinta y cuatro años y mi marido uno más. Tenemos un hijo,
Quique, de siete años, desde el comienzo y durante su embarazo, tuve muchos
problemas, y debido a ello las relaciones sexuales con mi marido, fueron muy
escasas.
Actualmente estamos esperando nuestro segundo
hijo. Estoy embarazada de seis meses, y estos meses han sido peores que los del
primer embarazo, pues desde el día que supimos de él, ya no hemos tenido
ninguna relación sexual.
Para el tiempo que estoy del embarazo, tengo
una barriga bastante grande, muy redonda y caída hacia abajo. Ahora me
encuentro en la cama haciendo la siesta, noto una pequeña molestia, un roce del
coño con las bragas, meto la mano por debajo de la braga y me encuentro que lo
tengo completamente hinchado, y salido para adelante, los labios los tengo
abiertos, sigo tocándome, y llego al clítoris, lo tengo que parece que se me va
a salir, me bajo las bragas del todo, y empiezo a acariciarlo y a rozarlo
suavemente, me espatarro todo lo que puedo, y meto dos dedos de la otra mano,
sin ninguna dificultad en la vagina. ¡Qué gusto!, sigo tocándome cada vez con
más energía. Meto y saco los dedos cada vez más rápido, me froto el clítoris
más fuerte, al rato noto que se acerca un orgasmo apoteósico, tenso todos los
músculos de mi cuerpo, y exploto con una corrida tremenda, y tengo un gusto
extraordinario, gimo y chillo de placer. Quedo extenuada, no sé cuánto tiempo,
me despierto al sentir que abren la puerta de casa, y que entra alguien.
El que ha llegado a casa, es mi marido Pedro,
que me llama, y yo le contesto que estoy en la habitación, en ese momento
entra, y se queda pasmado, al verme espatarrada y con el coño abierto, casi
diciéndole “cómeme”. Le comento lo que me ha ocurrido, al tocarme y verme el
coño tan salido, y el orgasmo y la corrida que he tenido al masturbarme. Me
toca con los dedos, los labios, primero los grandes y después los pequeños, me
roza el clítoris, se acerca más y me pasa la lengua por toda la zona genital (y
vuelvo a sentir sensaciones placenteras), el ano también, después sigue, y se
para en el clítoris, lamiéndolo y succionándolo sin parar, al mismo tiempo me
mete un dedo en la vagina, y el gusto que tengo va aumentando, hasta que tengo
un segundo orgasmo, corriéndome en la boca de mi marido. Pedro ya no aguanta
más, y se baja los pantalones y el slip, ¡Madre mía, ya la tenía más dura que
un palo!, y apoyándose mis piernas en sus hombros, me la metió de un golpe
hasta el fondo del coño, los vaivenes de la follada, eran casi violentos, nunca
lo habíamos hecho de esta manera, los dos gemíamos y chillábamos en cada
embestida que me daba. Entonces dándome un empujón tremendo, me la metió hasta
los cojones, y yo viendo lo que se aproximaba, apreté mi pelvis todo lo que
pude contra él, y convulsionándome como una loca, tuvimos un orgasmo
sensacional, corriéndonos los dos al mismo tiempo. Fue un polvo fabuloso, nos
quedamos abrazados mucho tiempo, sudorosos y temblando de placer.
Al rato, Pedro, se estiró boca arriba, y yo me
puse encima de él, con la polla delante de mi cara, y mi coño delante de la
suya, hicimos un sesenta y nueve, como nunca en nuestra vida, ni en el tiempo
que estuvimos de novios, ni en el de casados. Me tragaba toda su polla,
lamiéndola y succionándola, sin parar. Mi marido al ver mi coño delante, empezó
a tocar con los dedos los labios mayores, los menores y el clítoris, diciendo,
“Qué grande que tienes el coño, qué bonito, nunca lo había visto igual” Me
lamió todo el coño, varias veces de arriba abajo, me succionó el clítoris, me
metió la lengua en la vagina, estaba extasiado y no paraba de gemir de placer.
A mí, con lo bien que me lo estaba haciendo, me vino un gusto tremendo, y no
pude aguantar más, me corrí por cuarta vez; al mismo tiempo yo seguía tragándome
y lamiéndole toda su polla, en una de las veces, me la tragué hasta la garganta,
y a Pedro le vino un orgasmo bestial, corriéndose en mi boca, tragándome toda
la leche.
Después seguimos en la misma posición,
haciéndonos caricias y dándonos besitos y lamidas, en los genitales de ambos, a
mi marido se le puso la polla nuevamente pidiendo guerra, y yo seguía muy
caliente y excitada, me levanté y me puse encima de él, de rodillas separando
las piernas, apoyé las manos en sus muslos y bajando el culo me metí su polla
por detrás, como tenía toda la zona muy lubricada, fue entrando poco a poco sin
mucha dificultad, y al final la metió toda entera, yo empecé a acariciarme por
todo el coño, parándome en el clítoris, rozándolo y apretándolo sin parar, la
polla entraba y salía del mi culo sin ninguna dificultad, y sus huevos
rebotaban cada vez en el principio del coño. Con la follada de mi marido por el
culo, y yo metiéndome los dedos en la vagina, y la masturbación que estaba
haciéndome en el clítoris, no podía aguantar más y me vino el quinto orgasmo de
la tarde, entre chillidos entrecortados y gimiendo plácidamente, éste más suave
y prolongado que los otros. Seguidamente me saqué la polla del culo y me la
metí en el coño, empecé a saltar sobre ella y en pocos minutos, Pedro, cogido
con las dos manos de mis tetas, y entre alaridos de placer, se corrió dentro de
mí, echando una gran cantidad de leche. Al acabar Pedro, me empezó a decir
piropos y cosas bonitas, y también, que nunca olvidaría aquella sesión de sexo,
que habíamos tenido.
Hasta pocos días antes del alumbramiento de mi
segundo hijo, seguimos haciendo el amor, y casi todas las veces llegando a
tener los dos, unos orgasmos sensacionales, todo debido a mi coño
“supergrande”.
Me despierto de hacer la siesta, no sé cuánto
tiempo he estado dormida, pero estoy completamente excitada y parece que el
corazón se me va a salir del pecho, me toco la braga y la tengo mojada como si
hubiera tenido un orgasmo, y me hubiera corrido…
Col·laboració de Nerus
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