El órgano femenino admite que no es fácil hablar de él. “Soy el más
estigmatizado y perseguido”.
Contrario a lo esperado, no fue difícil contactar al clítoris para esta
entrevista. Bastó una llamada y una invitación a sentarse en el banquillo de
los órganos para que aceptara. “Y eso –dice este órgano eminentemente femenino-
que no estoy acostumbrado a que los periodistas me busquen… Es más, me da la
impresión de que también me evitan”.
Dice vivir sorprendido por el resquemor que genera en muchos la sola mención
de su nombre y asegura, sin titubear, que “soy el órgano más estigmatizado y
perseguido de la historia, sobre todo en ciertas culturas, tal vez porque fui
creado para cumplir con una única función: proporcionar placer”.
¿Por qué se llama así?
Mi nombre tiene origen en la palabra griega kleitoris, que significa
“pequeña elevación”. Y déjeme decirle que aunque me llamo así desde que me
conozco, durante diez siglos se ocultó mi existencia…
¿Y eso por qué?
Créame que durante la Edad Media, e incluso mucho más allá de la época
moderna, hablar de mí se consideraba pecado. Entienda usted que habito en una
parte del cuerpo femenino que aún hoy genera sonrojos.
¿Y cuál es la razón?
Empiezo por decirle que soy el único órgano humano que tiene como propósito
exclusivo el de proporcionar placer. Si a eso sumamos que este placer está
ligado a lo sexual y a la figura femenina, tan minimizada y oprimida durante
tanto tiempo, pues ya se puede imaginar la que se arma cuando mi nombre sale a
flote…
Pero con el pene pasa lo mismo…
No… Ni se le ocurra comparar. Del falo, que no es un órgano exclusivo para
el placer (pues también tiene fines reproductivos), hasta se han levantado
monumentos; su figura no es ajena para nadie. Si invita a alguien a que se
imagine la figura de los dos órganos, la del pene viene a la mente de
inmediato… Para la gente ni siquiera tengo forma.
Ya que estamos en éstas, ¿cómo es usted?
Muchas personas piensan que soy un pene pequeño, y aunque soy un vestigio de
la formación de dicho órgano, están muy equivocados. Soy como una Y invertida
de tejido eréctil (cuerpos cavernosos que se llenan de sangre cuando se
estimulan). Mi tamaño varía, pero lo que se ve es una especie de glande que
mide, en reposo, medio centímetro más o menos. En estado de erección puedo
hasta triplicar mi tamaño.
¿Cómo así que erección?
Sí, señor, no se aterre. En ese centímetro escaso tengo ocho mil
terminaciones nerviosas muy sensibles, más del doble de las que tiene el pene;
el estímulo desencadena una serie de reacciones que hacen que estos cuerpos
cavernosos se llenen de sangre, me aumenten el tamaño y multipliquen mi
sensibilidad… No es para menos: estoy conectado con más de 15 mil terminaciones
nerviosas en la región pélvica. Mejor dicho, soy la llave maestra de un
complejo, pero maravilloso, mecanismo de placer… Y disculpe que me eche tantas
flores.
A ver: usted es el vestigio de un pene, tiene nombre masculino, pero
es ciento por ciento femenino. ¿Eso no le causa problemas de identidad?
(Risas) Todo lo contrario. Soy por antonomasia la identidad femenina, en
todas las hembras mamíferas. Quizá por eso he sido tan estigmatizado.
¿Se siente perseguido?
Hoy no tanto, pero qué tal si le digo que da pena revisar los libros de
anatomía de veinte años para atrás. Pensaban que yo no era sino la parte
externa, lo que se ve, cuando en realidad soy diez veces más de lo que aparecía
en las revistas médicas y algunos consultorios.
¿Qué tiene usted que ver con el orgasmo?
Le reitero que soy un órgano de placer y no exagero si le digo que soy
responsable de por lo menos ocho de cada diez orgasmos. En lo demás intervienen
otras partes del cuerpo, pero ese no es mi asunto.
Tengo una curiosidad: ¿Es cierto que los señores tienen orgasmos más
rápido porque usted es demasiado exigente y pide mucho tiempo?
Veo, por su sonrojo, que no solo le ha pasado, sino que tampoco me conoce.
Déjeme darle una cifra: si me tratan como se debe yo puedo responder en un
lapso de uno a cuatro minutos. Lo noto incómodo, mejor pregunte otra cosa…
¿Es cierto que a usted también lo afecta la impotencia y que se deteriora
con el tiempo?
Más que sonrojarse muérase de la envidia: crezco con el tiempo y en la
menopausia puedo multiplicar mi tamaño. Y por esa razón soy responsable de que
las señoras reporten desde esas edades un sexo glorioso, que deja a los hombres
boquiabiertos.
Una mujer puede vivir sin usted…
Eso no es cierto. Que algunos salvajes piensen que como mi función es el
placer hay que extirparme, para controlar, someter y limitar el derecho de las
mujeres a sentir, no cambia la esencia de lo que es: una mutilación criminal,
que las hace sufrir profundamente. Pero le cuento algo: esos que me cercenan
tampoco me conocen y no logran sacarme del todo. Basta un poco de mí para
cumplir con mi función, que es dar placer. Ahí sí que me esmero. Y lo digo con
mucho orgullo.
¿Quiere decir algo más?
Sí: me aburre que hablen de mí sin conocerme; con esta entrevista no busco
salir del clóset, sino que empecemos a hablar de una parte vital del cuerpo humano
sin tanto tabú y sin tanto sonrojo. Y que me llamen a los cuatro vientos por mi
nombre: ¡Clí-to-ris!
Por Carlos Francisco Fernández
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Col·laboració del'amiga
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